El Eco de una Leyenda: El legado Inmortal de Ernesto Krawinkel en la Narración Deportiva Dominicana

El Eco de una Leyenda

Hay voces que, más allá de simplemente describir un evento, se convierten en el evento mismo. Así como existe el famoso «¡Qué lindo!» de José Luis Clerc (Batata) en el tenis o el «Comienzan 90 minutos del deporte más hermoso del mundo» de Luis Omar Tapia en el fútbol, en la República Dominicana existe una figura que transciende la labor de cronista para conquistar la escena y convertirse en un pilar fundamental de la cultura deportiva nacional. Ese nombre es Ernesto Kranwinkel.

El camino de Ernesto Kranwinkel fue cimentado desde su infancia. Desde pequeño, su pasión se manifestaba narrando cada jugada mientras jugaba baloncesto lanzando pelotas en un «tarro», o mientras jugaba béisbol con «postalitas» de los jugadores. Esta práctica desde la niñez sirvió como formación que posteriormente le permitió desenvolverse con soltura frente a los micrófonos.

El entorno en el que creció Kranwinkel fue también un factor determinante. Su tío, Frank Kranwinkel, narrador de baloncesto y exaltado al Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano, fue un catalizador que lo llevó al micrófono de manera profesional. A esto se le sumó la influencia de su vecino, Don Billy Berroa, otra leyenda de la narración, quien le permitió conocer de primera mano el oficio y el respeto por la tradición. Su carrera, por lo tanto, no fue casualidad, fue la combinación de una pasión innata, herencia familiar y un entorno que lo empujó hacia la grandeza.

Frases de Kranwinkel

Una de los sellos más distintivos de Kranwinkel eran sus frases auténticas, expresiones que nacían de la emoción del momento y que hoy forman parte de la memoria colectiva del deporte dominicano. A continuación, una selección de sus frases más emblemáticas que ilustran la creatividad de su estilo:

DeporteFraseSignificado
Baloncesto«oíste Robiou»Un grito dirigido a un amigo y familiar, Rolly Robiou. Se convirtió en un sello distintivo de su narración, usado para enfatizar un momento importante.
Baloncesto«bomba, grande»Utilizada para los tiros de tres puntos. «Bomba» se refiere al tiro, y «grande» a la recompensa de tres puntos, diferenciándolo de un tiro de dos.
Baloncesto«uno, dos pasos con la mica, bueno»Usada para describir una bandeja exitosa. Donde «uno, dos» eran los pasos, la «mica» el tablero y «bueno» cuando entraba al canasto
Béisbol«La recta en el centro del blanco»Su forma única de llamar al «strike».
Béisbol«Batazo como una luna de miel, para dos»Utilizado para describir un batazo que resultaría en un doble play automático.
Béisbol “El inning está a punto de mate”Usada para describir el final de una entrada, una referencia al «jaque mate» de ajedrez.
Béisbol«Qué se va, se va…»Una de sus frases más icónicas para describir un cuadrangular.

La verdadera trascendencia de Ernesto Kranwinkel no solo estuvo en su estilo narrativo, sino en su filosofía. Desde sus inicios, su tío le inculcó la importancia del «respeto al micrófono, el respeto al juego y el respeto a los jugadores». En palabras del propio narrador: «nosotros no somos las estrellas, las estrellas son los jugadores». Ese principio ético, alimentado por la humildad y el respeto, hizo que se ganara el reconocimiento de personajes importantes del momento, al igual que de los propios atletas y los fanáticos, impulsando su carrera al próximo nivel.

A pesar de haber sido reconocido como el Cronista de TV del Año en 1999 y ser considerado por muchos como «el mejor narrador de todos los tiempos», Ernesto Kranwinkel mantiene una humildad inquebrantable, afirmando que «nunca me he considerado el mejor narrador».

El Legado

Ernesto Kranwinkel no es simplemente un narrador deportivo. Su estilo único no fue el resultado de una fórmula, sino del instinto y la emoción del momento, lo que lo convirtió en una voz irrepetible. Sus frases no solo describieron jugadas, sino que se transformaron en parte del lenguaje popular con el que los dominicanos viven el deporte.

Cada “¡Bomba, grande!” en una cancha de baloncesto o cada “¡Batazo grande, que se va, que se va, que se va…!” llevan su sello. Kranwinkel no se limitó a narrar, interpretó la grandeza, bautizó leyendas y dejó su voz tatuada para siempre en la memoria del deporte dominicano.

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