El Santiago Bernabéu fue un latido. No solo por lo que se vivió dentro del césped, sino por lo que flotó en los pasillos, en las tribunas, en el aire mismo del Clásico. Un duelo entre historia, orgullo y necesidad: Madrid venció 2-1 al Barcelona en un partido cargado de tensión, decisiones polémicas y el regreso de una figura que parecía en pausa.
Un Clásico que se encendió desde el arranque
El partido arrancó con un estallido: apenas en el minuto 2, el árbitro César Soto Grado señaló penal a favor del Madrid por una supuesta falta de Yamal sobre Vinícius Jr. El Bernabéu contuvo el aliento. Pero el VAR, poco después, dio marcha atrás: fue Vinícius quien tocó primero. Esa escena anticipó que el encuentro se resolvería también ante el monitor.
Minutos después, Mbappé se zambulló en una acción de fantasía: un disparo de fuera del área que fue anulado por un fuera de juego milimétrico. La línea entre lo válido y lo invalidado empezó a marcar el pulso del duelo. Finalmente, en el minuto 22, Jude Bellingham enganchó un pase entre líneas, Mbappé definió dentro del área y Madrid abrió el marcador con justicia.
El Barcelona, frágil y sin orden, resistió hasta el 38’, cuando un error de Güler dejó servido el balón para que Fermin López empatara. Fue un breve momento de esperanza. Pero no duró: Vinícius, incisivo toda la noche, filtró un centro desde la banda que Militao cabeceó hacia Bellingham. El inglés empujó y el Bernabéu volvió a explotar, esta vez con el 2-1 bajo el brazo.
Segunda parte: polémica, carácter y expulsiones
El segundo tiempo encendió debates. La mano de Eric García en el área provocó otra intervención del VAR: penal para el Madrid. Mbappé asumió la responsabilidad, pero Szczesny voló y desvió el remate con reflejos. Fue una distracción momentánea, pero suficiente para que Barcelona respirara.
Ya en el tiempo añadido, Pedri vio la segunda amarilla y fue expulsado. La tensión estalló: hubo enfrentamientos entre banquillos, incluso intervención policial. Y Vinícius Jr., sustituido al minuto 71, abandonó la banda con visible enojo, camino al túnel, antes de regresar en medio del caos para participar de la refriega final.
Bellingham reaparece cuando más se le necesitaba
La temporada había sido tormentosa para él: lesiones, altibajos y críticas. Pero en el Clásico volvió a brillar. Participó en el primer gol como asistidor y marcó el segundo con temple cerca del arco. En la tribuna y en la cancha se sintió la señal: Jude sigue siendo ese jugador capaz de torcer partidos grandes.
Mbappé también cumplió: abrió el camino con ese pase magistral, se movió con criterio y asumió el penal. Juntos, los dos forjaron un Madrid que recuperó identidad, pausa y fiereza.
Xabi Alonso manda desde la banda
El técnico merengue, lejos de sucumbir al ruido previo (comentarios de Yamal incluidos), construyó un Madrid sólido. Supo cuándo presionar, cuándo dejar que el público empujara y cuándo cuidar el balón para no desvestir defensas. Esa lectura fue clave para liquidar un Clásico que venía cargado de presión.
Ahora, con diez jornadas disputadas, Madrid se sitúa cinco puntos arriba del Barça. Un mensaje claro: la diferencia no es casualidad, es un proyecto que va encontrando su pulso.
Cierre
Este Clásico no solo quedó en el marcador ni en la algarabía del Bernabéu. Queda en las postales: Vinícius cruzando líneas, Yamal silbado por sus propias palabras, Pedri saliendo expulsado, el VAR actuando como jurado y Bellingham reapareciendo con urgencia. Madrid se aleja, Barcelona se pregunta, y la Liga se recalienta. En este tipo de partidos, siempre pesa quién quiso más. Y esta vez, el Madrid lo quiso —y lo celebró— con la precisión del más grande de la historia.

